Había una vez un granjero con un burro muy anciano. Un día, mientras el burro caminaba por un prado, pisó unas tablas que estaban en el suelo y se rompieron, haciendo que cayera al fondo de un pozo abandonado. Atrapado en el fondo del pozo, el burro empezó a rebuznar fuertemente. Por casualidad, el granjero escuchó los rebuznos y fue al prado para ver qué ocurría. Después de mucho pensar al encontrar al burro abajo, el granjero se dio cuenta de que el animal ya era demasiado viejo para trabajar en la granja y de que el pozo no tenía ningún uso desde hacía muchos años.

El granjero decidió enterrar al viejo burro en el fondo del pozo. Una vez tomada esta decisión, fue a buscar a sus vecinos para que vinieran al prado con sus palas. Cuando empezaron a echar tierra sobre el burro, este se puso aún más nervioso. No solo estaba atrapado, sino que también lo estaban enterrando en el mismo agujero donde había caído. El burro se estremeció y lloró, sacudiéndose para que la tierra cayera de su lomo y cubriera sus patas.

Entonces, el burro levantó sus patas, las agitó y cuando las volvió a poner en el suelo, estaban un poco más altas que antes. Los vecinos continuaron echando tierra, y cada vez que caía una palada sobre el burro, este se estremecía y se movía. Para sorpresa de todos, antes de que el día terminara, el burro pisoteó la última palada de tierra y salió del agujero para disfrutar del último resplandor del sol.

El burro representa a una persona enfrentando un problema aparentemente insuperable, simbolizado por el pozo profundo. Las paladas de tierra que intentan enterrarlo son las adversidades, los problemas y las críticas que la vida o los demás arrojan sobre él.

Sin embargo, en lugar de dejarse hundir, el burro encuentra una solución creativa: utiliza cada palada como una oportunidad para levantarse, sacudiéndose la tierra y subiendo un poco más. Su perseverancia y capacidad de adaptarse le permiten salir del pozo y liberarse.

Objetivo terapéutico:
Esta metáfora es útil para enseñar a las personas que, aunque las circunstancias puedan parecer abrumadoras o injustas, pueden encontrar formas de responder de manera constructiva. En lugar de rendirse o dejar que los problemas las «enterren», pueden usar esas mismas dificultades como un trampolín para crecer y avanzar.

Aplicación práctica:

• Aceptación: Reconocer que las adversidades son parte de la vida y que no siempre podemos controlar lo que nos ocurre.
• Desfusión: En lugar de aferrarse a pensamientos de desesperanza («esto es injusto», «no puedo más»), aprender a sacudirse esas ideas y tomar acción.
• Compromiso con valores: Mantenerse enfocado en lo que importa, incluso cuando las circunstancias sean desafiantes.

Ejemplo terapéutico:
Si un cliente se siente abrumado por una situación difícil, como un fracaso profesional o una pérdida personal, se le puede preguntar:

• «¿Qué podrías hacer para sacudirte esta ‘tierra’ y utilizarla como una base para avanzar?»
• O explicar: «A veces la vida nos lanza tierra, pero depende de nosotros si dejamos que nos hunda o si la usamos para crecer.»

Ejercicio práctico para clientes:

1. Identifica tus «paladas de tierra»: Escribe las dificultades que estás enfrentando actualmente.
2. Sácudete: Reflexiona sobre cómo puedes replantear esas dificultades para usarlas a tu favor. Por ejemplo, ¿qué aprendizaje puedes extraer de ellas?
3. Da un paso más alto: Piensa en una acción concreta, aunque sea pequeña, que te ayude a avanzar hacia una vida más significativa a pesar de las adversidades.