Imagina que tu mente es como un tablero de ajedrez, con sus casillas blancas y negras perfectamente distribuidas. En este tablero, hay dos ejércitos de fichas: uno compuesto por fichas negras, que representan tus pensamientos y emociones negativas (miedo, tristeza, autocrítica, inseguridad), y otro de fichas blancas, que simbolizan los pensamientos y emociones positivas (alegría, confianza, tranquilidad, orgullo).

El tablero está en constante movimiento: las fichas negras y blancas luchan entre sí, intentando ganar terreno. Es común que, cuando aparecen las fichas negras, queramos luchar contra ellas, intentando que desaparezcan o que las blancas prevalezcan. Sin embargo, esta batalla nunca termina, porque las fichas negras siempre regresan, y la lucha solo alimenta el conflicto en nuestra mente.

Aquí es donde surge la pregunta clave: ¿qué pasaría si en lugar de identificarte con las fichas, te reconocieras como el tablero?

Como tablero, no estás atado a lo que ocurre en el juego. Las fichas pueden moverse, atacar, retirarse o incluso desaparecer temporalmente, pero tú sigues siendo el tablero, estable, firme, y capaz de observar lo que sucede sin involucrarte en la batalla. Al adoptar esta perspectiva, puedes tomar distancia de tus pensamientos y emociones, observándolos sin necesidad de luchar contra ellos ni controlarlos.

Objetivo terapéutico:
Esta metáfora ilustra el concepto de desfusión cognitiva, una de las habilidades centrales en la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT). La desfusión consiste en separarte de tus pensamientos, emociones o sensaciones, de modo que puedas observarlos como lo que son: experiencias temporales que ocurren en tu mente, pero que no te definen.

Además, el Tablero de Ajedrez fomenta la toma de perspectiva o el concepto de «Yo como contexto». Esto significa que tú no eres tus pensamientos ni tus emociones, sino el espacio en el que ocurren. Al adoptar esta postura, es más fácil aceptar las emociones difíciles, reducir la lucha interna y actuar en función de lo que realmente importa para ti, en lugar de reaccionar automáticamente a lo que pasa en tu mente.

Ejemplo práctico:
Un cliente podría decir: «Tengo pensamientos que me dicen que soy un fracaso y me siento abrumado». Usando esta metáfora, el terapeuta puede responder:

• «Imagina que estos pensamientos son fichas negras en tu tablero de ajedrez. Lo que estás haciendo ahora es luchar contra ellas, intentando que desaparezcan. ¿Qué pasaría si, en lugar de luchar, te dieras cuenta de que eres el tablero que observa cómo las fichas negras y blancas se mueven? Tú no eres esas fichas, ni estás obligado a ganar la batalla contra ellas. Tú eres el espacio en el que ocurren, y siempre tienes la opción de enfocarte en lo que realmente importa mientras ellas están ahí.»